Es un placer anunciar mi incorporación al equipo de profesionales de Depique. Es un verdadero lujo entrar a formar parte de lo que es una gran familia y que a pesar de los tiempos que corren, sigue apostando por el crecimiento y el desarrollo profesional de los golfistas como yo.
He sabido que como profesionales, tenemos a nuestro alcance escribir en el blog. La norma está muy clara: Aportar nuestro conocimiento a la comunidad de golfistas que forman Depique. He querido dedicar mi entrada al blog con una historia que resume mi vocación por el golf. Espero que os guste.
El ritual
Los miércoles por la tarde en mi país de origen, Francia, la Escuela (con mayúsculas, pues se lo merece) descansa. Millones de alumnos de todas las edades aprovechan para realizar actividades emancipatorias para el espíritu o el cuerpo; Unos acudían a música, muchos otros jugaban a fútbol y otros, algo menos pero con mucha suerte, íbamos a la Academia de Golf. Lo curioso era que de la clase de Golf, que solía siempre ser demasiado corta, siempre volvía más tarde que mis amigos. Estaba ansioso por ir cada semana y nada podía quitármelo de la cabeza. Ni siquiera la tan frecuente lluvia o ese viento cansino. No atendía tampoco a las distracciones que me proponían mis amigos. El golf de los miércoles por la tarde era mi momento.
Al acabar la clase de golf, empezaba mi rutina. Lo llamaba, el ritual. Para regresar a casa tras la clase, tenía que cruzar nuevamente todo el recorrido a la sombra de un acueducto que bordeaba el campo de golf. Mi regreso a casa consistía en ir aprochando a lo largo de aquel acueducto como si de un ejercicio de aproach se tratase. Antes de abandonar el campo, me quedaba jugando unos hoyos más con 3 bolas. Y por supuesto, para terminar, tocaba limpiar los palos. Me acercaba a la pila con mis palos y frotaba con el cepillo para secarlos a continuación con la toalla hasta dejarlos relucientes de nuevo. Era como cuidar el vuelo de mis próximos golpes. Y eso que el material a esa edad no importaba mucho. Jugábamos con bolas recuperadas y palos que nos regalaban o que ganábamos en en torneos infantiles. Ese ritual me ha dado paz, perspectiva y mucho aire fresco…¡Rezo para que esa sensación siga viva en mi para siempre! El Ritual del Golf nunca se olvida.
¡Felices fiestas!
PD: El Estado francés, en la génesis de la escuela republicana, instauró libre el miércoles por la tarde para que cada familia pudiera dedicar un tiempo a su confesión religiosa. En mi caso: el GOLF!